Mundo Casual #2 parte 1

   

Quería contar cómo me hice con un Ipad Mini. Pero me fui por la tangente. Y vi que era bueno. 
























Oh, las maravillas del mundo activo, la máquina operante. Nuestro Universo funcional ¡Estos átomos que no dejan de estar y no estar! De cómo a veces nada parece tener sentido a tenerlo todo. Se necesita el momento exacto, y cuando sucede, se desata algo para que el momento de otra persona ocurra. Es la gran máquina en funcionamiento.
     Uno hace planes y entonces, después de haberse probado que Dios no existía (o que te había abandonado), aparece y dice: No. Sólo te queda imaginar lo que está por acontecer, maravillarte y sentirte parte de un plan. Dios siempre aparece para probarte lo equivocado que estás de la vida.
     Cuando la gente habla del Karma, la mayoría no tiene idea de qué está diciendo. Una persona obra mal y queremos venganza divina; entonces una amiga dijo: "Bueno, el Karma se encargará de... no, espera... Dios... Dios lo hará", porque ella sabe que son incompatibles. Después de llenarse uno la cabeza de ideas diversas leyendo sobre el tema, me he formado una opinión al respecto. Puedo expresarme sintiendo que digo cosas razonables.

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1.- El Karma se trata de lo que sientes, no de lo que haces.
2.- El Karma es más una sincronía individual que afecta a todo el mundo.

     Dos, tres o máximo cuatro semanas antes de que Dios viniera y me dijera (o me mostrara) que mis planes no deberían encaminarse por ahí, me había hecho la promesa de olvidar al alguien.
     Christopher Ryan, psicólogo, decía que ser monógamo se debe a una manifestación del autoritarismo (Tú eres mía, guapa, "y de nadie más") más que al resultado de un romanticismo idealista. La Monogamia nació de la necesidad de saber quién era tu hijo... ya sabes, para poder heredarle tierras y demás posesiones. Ahora te encuentras con que el amor que actualmente se profesan las parejas se dio por conveniencia y no de una necesidad del alma. El estar con sólo una persona, en cuanto a biología, es una aberración. La vida hace lo imposible por perdurar. ¿Cómo es que se desarrollaron los sentimientos? ¡Si son terribles para la subsistencia de la especie! Dios y sus cosas. Yo no estaba ahí cuando pasó todo, pero imagino algo tan escabroso y satírico como que llega, se planta y me explica que "la vida se hace más interesante así". Entonces pasan los años, pasan milenios, el número de personas en el mundo crece y se forman pueblos, reinos, y todos ven que aquello de la monogamia es bastante útil. Se vuelve costumbre.
     Hace diez mil años que los humanos se hicieron sedentarios porque descubrieron cómo sembrar. Es precisamente ahí, ahí cuando ser monógamo fue crucial. Una mujer te prometía sexo eterno y descendencia sólo a ti a cambio de protección, sustento y una que otra tontería más. Entonces todos tus kilómetros cuadrados de cultivo se los podías dejar a un heredero con la certeza de que sería tu misma sangre.
     Por eso convenía ser monógamo.
     Se vivió por tanto tiempo así que se volvió nuestra forma correcta de ver las cosas, porque nos convenía.

     Como verás, hemos ido dejando de ser seres naturales; la racionalidad nos ha matado ciertas divinidades. Si no sabías nada de esto, no puedes saber qué es el amor de pareja real. De pequeño todo lo hacías por repetición. Los adultos se casaban con otros adultos, en parejas. Un hombre y una mujer. Tu mamá y tu papá. Ayudado por conceptos de la televisión, de las caricaturas o por naturaleza biológica, en segundo año de primaria, Marci te empieza a gustar. Tienes siete años y no lo entiendes. Sólo sabes que su cara es linda y que su voz es agradable. En tu cabeza no tienes remota idea de cultivos de trigo hace diez mil años ni del concepto de monogamia porque para ti es lo único que hay, es todo lo que conoces. Y te fascina Marci.
     Pero Marci no se queda a terminar primaria contigo. Se va a Miami con su papá, pues es viudo y sus razones tendrá. Eres tan ridículo que no la olvidas. Sólo tenías siete años cuando la conociste. No sabes del amor opresivo o que este lastima a muchas personas. Sólo estabas triste porque Marci partió, tal vez para siempre, y es que era tan linda, tan singular. Marci era distinta a todas las personas que habías visto hasta entonces. Y lo seguía siendo a los ocho, a los nueve y hasta los diez. Entonces tienes once años y estás en sexto de primaria.
     Eres ridículo, recuérdalo.
     El primer día de clases te sientes consolidado. Esperas pocas sorpresas pues de todo has visto en los años anteriores. No hay algo que no conozcas y nada que imagines como improbable. Cada año alguien nuevo llegaba al salón. En tercero fue tu mejor amigo, como si Dios mandara a alguien para enmendar la ida de Marci. Era improbable que alguien entrara en sexto, pero no lo sabías con certeza.
     Eres el abanderado y estás listo para marchar. Así se empieza el año escolar. Mientras esperas a que sean las ocho de la mañana, vacilas mirando a todos lados nervioso porque las vacaciones te han dejado fuera de práctica; pero no hay problema, ya eres de los alumnos más grandes, no te importa lo que piensen de ti. Llevas un sentimiento de superioridad; habías visto ir y venir a amigos y maestros. Y tú seguías ahí, sin un sólo dolor en el alma y ninguna preocupación trascendental en la vida. Marci seguía presente en tu memoria. ¡Aún hoy guardas su invitación de cumpleaños! ¿Por qué eres tan ridículo?
     No te sentaste a discutirlo, pero en definitiva ese lunes en la mañana tenías la certeza de que el año escolar sería bastante ordinario.
     Pero entonces viene Dios y dice: No.
     Mientras vacilas estando de pie junto a tus amigos de escolta, por las escaleras ves bajar a una niña. Ella trae una bandana blanca en el cabello y lo primero que piensas es: No va en mi salón. Tenías miedo. No querías que fuera a tu clase ¡Eso lo complicaría todo! ¿Qué acababas de ver realmente? Un brillo especial que nunca podrás explicar. Aún no sabías nada de la agricultura, la base de la monogamia y el conocimiento de que vivir en el libertinaje tiendo sexo por grupos fue la norma en el 95% de la existencia de tu especie, pero la chica del adorno en la cabeza está que brilla, ¿no?
     «Que no vaya conmigo, que no vaya conmigo».
     Entras al salón y casi puedes oír en los cielos la risa de alguien que hace tu vida interesante. Te enamoras de esa niña ¡Te lo afirmas!
     Estás perdido.

     Eres tan tímido que no le hablas. Ya era hora de jubilar el recuerdo de Marci, ¿no? Claro que sí, cuatro años es un buen número.
     En el salón no puedes ser tú. Te incomoda su presencia. No sabes cómo actuar frente a ella.
     Te digo que eres ridículo.
     Un mal día, cuando creías que no te miraba, desde el otro extremo del salón, eludiendo algunas cabezas que hundían sus caras en los cuadernos, la ves escribiendo en el suyo. Se detiene el pensamiento coherente. Estás hechizado, estupefacto, cautivado por ideas que no logras procesar.
     Ani era tan bella para ti.
     Desde el otro extremo del salón, la chica gira su cabeza y te mira.
     Tu coherencia regresa.
     ¡Oh!
     Pasan los segundos y te sigue mirando. Querías romper el silencio.
     Sus ojos presionan los tuyos, los empujan, empujan y empujan. Entonces gritas: ¡Qué!
     Ella se voltea. No dice nada.
     ¿Ves cómo también eras idiota?
     En navidad, cuatro meses después de que ella llegara a tu salón (y a tu vida), te compran tu primer celular. Apenas has intercambiado palabras con ella. No sabías nada de Messenger aunque tu mejor amigo te insistía que te hicieras una cuenta. No fue hasta que, tiempo después de que te perdieras en los ojos de Ani y ella en los tuyos, en el salón de clases tu mejor amigo volvió a mencionarlo:
     "Deberías hacerte una cuenta en Messenger".
     Ani, desde su asiento, levantó la vista e involucrándose en la conversación volvió a mirarte a los ojos y te dijo: Si, hazte una cuenta.
     Esa misma tarde ya tenías una, ¿te acuerdas?
     ¡Chateaban por horas! Te daba la una de la mañana y no querías irte. Cada simple tema lograbas convertirlo en algo memorable, ¿no? Al menos lo intentabas. Jamás habías sentido algo similar. Y con el celular nuevo vinieron cosas aún mejores. Aquellos pixeles en la diminuta pantalla del Nokia podían ofrecerte tantas emociones. Estabas en casa de tu mejor amigo, con el celular encima de su cama. Desde ayer que no dejaba de sonar la alarma de mensajes. Ani estaba en Monterrey de vacaciones con sus primas, contándotelo todo. El celular no se callaba; entonces tu amigo dijo: ¡Vaya! Te bombardea. Vibrabas de alegría, igual que tu celular.
     Ani era tan diferente a todas las personas que habías conocido a tus once años de vida. ¡Y aquellos hermosos menajes de Buenas Noches!
     Te gradúas de primaria. Ella (y otros amigos) se meten a la misma secundaria y hasta quedan en tu mismo salón. Pasa primer año. Pasa segundo. Sigues hablando con ella únicamente por Messenger. No sólo tú eras el ridículo. Años en el mismo salón y aún no tenían una conversación formal.
     En sexto grado, Ani tuvo novio. Uno de tus amigos. Te pareció la cosa más triste, pero bueno, ni le hablabas en persona. Pensabas que si tan solo aquel día en que sus miradas se encontraron sostenidas, rotas por la presión hubieses dicho algo distinto a "¡Qué!" la vida habría sido muy distinta. Incluso en despistadas ocasiones, y a manera de juego (¿o no?), aún hoy sueles pensar en ello. Son esos ratos cuando recuerdas que la vida no puede ser de otra manera porque, oye, mira por la ventana o al espejo: Lo que ves es lo que hay.
     Pero nada importaba. Ani seguía siendo tan excepcional amiga (por Messenger) como para dejarse perder. Aunque murieras por dentro. Pronto sucedieron cambios.
     Pronto la esperabas menos.
     Pronto se acabaron los mensajes por celular.
     Pronto.
     Entonces vas en tercero de secundaria y ya estás harto de ir por la vida sin saber la razón de por qué no se hablan.
   
     Ani hasta este momento ya ha tenido un buen puñado de novios, pero tú sabías que ninguno sería para siempre. Ella seguía siendo la encantadora persona que era contigo. Por Messenger. Todas las noches seguían encontrándose, contándose del día que compartían, de las millares de cosas que creíste no querer hablar con nadie más.
     Ani era muy especial y te quería, pero ya estabas harto. Conocías toda su vida "en papel" porque todo te lo dijo en Internet.
     ¿Te acuerdas porqué dejaste de usar Messenger? Es esa ironía en la vida la que impregna de sentido nuestra existencia. En tercer año, cuando ya le hablabas en persona y todo iba como la seda, hubo una conversación grupal de Messenger que mantenías con tus amigos. Estos se prestaron al juego y todos escribían por escribir para hacer sonar la alerta de mensajes nuevos. Ani, sin dirigirse a ti en específico, escribió: ¡Ya dejen de estar fregando, que no me dejan hablar con mi novio en paz!
     Tengo que aclarar algo importante:

     Ella no dijo "mi novio", dijo el nombre de su novio. Tu nombre. Tu mismo nombre lo tenía su novio. Ani tenía un novio llamado como tú.
     Te cayó el veinte.
     ¿Cuántas veces Ani no se portó de lo mejor contigo? ¿Cuántas veces no la interrumpiste con tus tonterías cuando ella sólo quería hablar con su novio, que se llamaba igual que tú? Porque sin falta todas las noches ibas y le hablabas. Sin falta. Pero ya no más. De un día al otro hiciste un cambio de conciencia. Te preguntaste si algún día se animaría a decírtelo. "Espérame, es que estoy hablando con mi novio..." "aguántame...", "ahorita...". Siempre habías sido más importante tú que cualquiera de sus...¿seis?, ¿ocho novios? Pero ya no te sentías a gusto con ella y lo dejaste. Lo abandonaste sin dar ningún motivo. Aquello que tanto gusto te causó alguna vez ahora te daba repulsión. Te deprimías pensando en todo lo que se había perdido. Pero no era tan malo, ¿o si? Ya hablabas con ella en persona y ese otro tipo no iba en tu salón. La tenías para ti por siete horas diarias. Contigo ella era la mejor persona que podía ser. Seguías amándola, sintiendo por ella la misma emoción, la misma admiración que aquel día en el que tus ojos la observaron bajar las escaleras, maravillado ante su singular andar y sus ojos tan únicos que llenaste de significado; porque a tus 14 años ya habías visto a chicas que consideraste más guapas, pero nadie brillaba como Ani. Aún podías verla a los ojos y fingir que no te perdías como aquella primera vez en el salón de inglés. Pero claro que te perdías. Todavía. Todos los días.
     Las pequeñas acciones pueden hacer mucho. Si algo amabas de Ani era que te respetaba. O eso pensaste siempre. Tenía esa hermosa atención de no besarse con sus novios en tu presencia. El problema fue que eras su amigo y solía invitarte a ti y a otros a pasar una tarde en su casa viendo el Fútbol, que ni te gustaba, pero ibas porque era tu amiga y le querías. En tercer año de secundaria todavía no tenías ni idea de que hace hace diez mil años el ser humano comenzó a ser monógamo por necesidad para la protección de sus bienes. Fue en una de esas reuniones donde más que "caerte el 20" te cayó un martillo. Sentado viendo un partido de fútbol junto a tus amigos, llegó aquel que compartía tu nombre. Parecía un buen tipo, pero sabías que era un chico temporal como todos los otros. Sabías que Ani te quería mucho. Bueno. No lo sabías, pero en alguna parte de tu ser guardabas la idea... ¡NO!, la esperanza de que ella algún día te quisiera de esa forma que nunca sucedió. Jamás lo dijiste en voz alta, ¡habría sido tan extraño!
     El novio de Ani llega y saluda a todos. Te saluda a ti. Pasan unos minutos. Intentabas concentrarte en la televisión. Miraste al piso y los viste. Viste a Ani y a su novio tumbados con las manos agarradas.
     Todo se volvía lento.
     No pensabas.
     Sus dedos se tocaban mientras se veían y reían. El corazón expulsaba líquido negro tóxico de las arterias.
     Tienes la vista perdida.
     Ani se voltea y te habla. Habla sonriendo y te dice cosas mientras su mano sigue ocupada jugando con la de él.
     Y tocas fondo. ¡Hurra!
     Te hundes.
     Te hundes.
     Te hundes.
     Eras tan ridículo que te graduaste, pasaste un año lejos de ella, libre de su presencia, y aún así ella era todo lo que pensabas.
     Y no te equivocaste.
     Tu tocayo fue temporal, como todos los que le precedieron. Lo sabías desde siempre.
     Al poco tiempo que decidiste cambiar tu vida, también cambió la de ella, ¿Te acuerdas? ¡Se nos hizo tan raro! Cuando verdaderamente dejaste de pensar en ella día y noche, su vida y la tuya dieron un giro. La tuya con más lentitud, pero igual. Un giro. Ella tuvo su primer novio que le duró más de seis meses. Jajajaja ¡Ya hasta le duró cinco años! Y tal vez te equivoques en pensar que tú tienes algo que ver, pero cómo calma, ¿no?
     Si algo me agrada de ti es que puedes ser bastante razonable. No volverás a dibujar a nadie ni a desear nadie buenas noches en la oscuridad de tu cuarto, o conversar a la distancia del Internet con la misma emoción que alguna vez mostraste. No, no volverás a insistir con lo mismo. Esas cosas fueron especiales ¡Sentirías que repites trucos!
     Si analizas esto amigo, verás que, aunque no sientas que hiciste lo que pudiste, mírate al espejo y date cuenta de que no podría ser diferente.
     Hay alguien nuevo, ¿no?, alguien que te saca de tu zona de confort y te invita a repetir las cosas que deseabas no decir a nadie más. Y otra vez no sabes cómo explicarle las cosas.
     ¡Ridículo!
     Oh, vamos. No puede ser tan difícil.
     Ahora sabes que la monogamia es moderna. Por fin entiendes que originalmente las parejas surgieron por la necesidad de heredar sus bienes y no por amor. Recuerda que las niñas que amaste y que tanto brillaron fueron el producto de un acuerdo lucrativo hace miles de años, ayudado por las parejas que viste en televisión, en las calles. Tu padre y tu madre. Persiguiendo un ideal inconsciente.
     Con tal conocimiento tienes chances de elegir; pero seamos realistas: Es tu esencia. Así eres, ridículo. Querer a una sola persona no sólo es un hecho anti-natural que arriesga la permanencia de la vida, también afecta tu felicidad. ¿Acaso uno decide notar el brillo especial de aquella persona por quien sentiremos la más grande atracción en el primer instante en que la miramos?
     Y Dios dice: Si.
     Como digas, amigo.
     La racionalidad nos ha matado una bella parte de nuestra divinidad. Y así estás a gusto.
     Te lo digo por que lo sé.

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